domingo, 25 de marzo de 2012

Brevet de Algete 2012. De autobús en autobús.

Sábado 24 de Marzo de 2012. Para mí, la primera brevet de la temporada, ya que no pude estar en la de Vicálvaro, que se celebró hace un par de semanas. Como suele ocurrir en las de 200 kilómetros, todo tipo de ciclistas se dieron cita en el polideportivo de Algete a las 8:00 h. Al contrario que en las brevets de mayor distancia, la mayoría eran "carreristas", ciclistas bien equipados y uniformados, con atuendo deportivo, mientras que los clásicos randonneurs, con transportines o bolsas delanteras, luces y ropa más discreta, estaban en plena minoría.

A diferencia de los años anteriores, esta vez el recorrido de la brevet se hacía en sentido contrario a las agujas del reloj. A la postre, creo que este sentido resultó más duro que el anterior, pero la idea de pasar por el entorno industrial de Alcalá de Henares y la transitada carretera del Gurugú por la mañana, en lugar de la tarde, me pareció muy buena. La marcha resultó más segura, y la llegada a Algete mucho más tranquila. 

La alta afluencia obligó a los organizadores del club Pueblo Nuevo a separarnos para salir en grupos de 50 ciclistas. Eduardo y Roberto, con sus reclinadas, salieron conmigo entre los primeros. El resto del Pakefte no acudió a la cita. En vista del tipo de recorrido y de la compañía que tenía, ya veía que sólo tenía dos opciones: tratar de seguir el ritmo demasiado alto de las reclinadas, o pedalear solo la mayor parte de la ruta.

En Cobeña nos encontramos en la cabeza del grupo Roberto y yo. Al llegar a un semáforo en rojo, tal como solemos hacer, nos detuvimos. Los de atrás, sorprendidos, dejaron caer bromas de todo tipo. Desde luego, la situación era poco común para la mayoría, todo un grupo de ciclistas parado ante un semáforo, ese dispositivo que, por desgracia, parece invisible para muchos ciclistas urbanos y deportivos, como si las normas de tráfico se pudieran interpretar a nuestra conveniencia. Aunque entiendo que en determinados casos el hecho respetar los semáforos puede ocasionarnos molestias, e incluso a veces pueda llegar a ser peligroso para nosotros mismos, creo que los ciclistas no podemos actuar de forma arbitraria y debemos cumplir las normas para dar ejemplo al resto de conductores.

Me encontré con uno de los más famosos ciclistas del mundillo del ultrafondo, José María Benayas, con quien fui charlando un buen rato.

Al pasar Alcalá de Henares se formó un grupo muy numeroso, de más de 50 ciclistas, con el que subimos el Gurugú a un ritmo muy alto, demasiado para mí, que de tanto rodar en solitario últimamente, ya no estoy acostumbrado a las altas velocidades de las salidas de los clubes. A ratos estaba a punto de perder contacto con el grupo. Llegué al alto en las últimas posiciones. Dudé si quedarme atrás con los de las reclinadas, que en ese momento iban más lentos, pero sabía que no tendrían problemas en alcanzarnos, así que me dejé llevar. Me incorporé al grupo donde iban varios antiguos compañeros del club Hortaleza. Por detrás llegó Roberto.

En la zona de subida entre Santorcaz y Pozo de Guadalajara, donde los repechos se sucedían, el grupo se fue fragmentando por delante; cada vez rodaba con menos ciclistas alrededor, hasta que me di cuenta de que circulaba en solitario. De todas formas, el ritmo del grupo me había parecido muy alto, así que me tomé la bajada a Aranzueque con más tranquilidad. Ahí coincidí con otro par de ciclistas solitarios, con los que fui hablando algunos kilómetros. Uno de ellos resultó ser un randonneur muy experimentado y conocido en el mundillo, Manuel Morente. Al pasar Aranzueque volvimos a encontrarnos con los reclinados, Roberto y Eduardo. Así conformamos un grupito de cinco en el que predominaba la estética randonneur: dos bicicletas con bolsas delanteras y dos reclinadas, pero Roberto y Eduardo terminaron imponiendo su aerodinámica y se fueron por delante.

El valle del Tajuña, cuando se ha recorrido muchas veces en ambos sentidos, se hace bastante pesado y monótono. Me gusta más en sentido sur. Esta vez, de sur a norte, nos quedaba un buen puñado de kilómetros para rodar entre Armuña de Tajuña y Brihuega, con viento ligeramente favorable. La velocidad media fue subiendo poco a poco.

Nos adelantó el famoso Fran Vacas, que este año ha cambiado su bici aerodinámica por una reclinada; a corta distancia le seguía un grupo comandado por varios ciclistas del Bosch, bien organizados en relevos, con los que iba un antiguo compañero, José María Flores. Parece ser que se habían confundido y perdido bastante tiempo en Alcalá, junto con Fran Vacas, que por eso iba tan retrasado para lo que acostumbra. Este era un grupo bueno, hice el esfuerzo de incorporarme a cola y no me arrepentí. Al poco tiempo ya estaba rodando con ellos a gran velocidad, dejándome llevar. Alcanzamos a Roberto y Eduardo. El grupo fue creciendo en número; la velocidad media acumulada hasta ese momento se acercaba a los 30 km/h. Unos cien metros por delante rodaba Fran Vacas, a la misma velocidad que nosotros. Este era el "autobús" bueno para llegar a Brihuega, donde comenzaría la segunda fase de la prueba.

Brihuega, kilómetro 95. Paramos a sellar y comer algo en una terraza en el parque. Los reclinados se fueron por delante y yo comencé a pedalear en solitario en dirección a Jadraque. El viento empezaba a molestar un poco, sin el cobijo de un pelotón que me arropara. A lo lejos se veía la mancha roja del CC Moratalaz, un grupo muy bien organizado y solidario con los suyos. Me di cuenta de que podían ser buenos compañeros de viaje, así que me esforcé para acercarme a ellos y lo conseguí a la altura del puente sobre la A-2. Según llegué al grupo me vi metido en sus relevos, circulares y rápidos, que permitían avanzar con facilidad.







Con la subida a Miralrío el grupo se fue disgregando. Aproveché para hacer algunas fotos y subí a mi ritmo. Al llegar a Jadraque por la cara sur, el castillo no se divisa a lo lejos, sino que aparece después de coronar un collado. Al fondo, el valle del Henares, una vista preciosa ante mis ojos.




En Jadraque, km. 123, paré en una gasolinera para poner el último sello de control. Salí de Jadraque en solitario. Paré para hacer unas fotos del Henares y el grupo del Moratalaz se fue por delante. Venían unos kilómetros bastante pesados, de toboganes y subidas, con recodos en los que hacía acto de presencia el viento, que soplaba desde el Sur o Suroeste.



Los de Moratalaz iban por delante. Me mantenía a cierta distancia, rodando sin forzar, porque sabía que venía un terreno de subidas, donde el grupo era menos determinante. Al pasar Espinosa de Henares comencé a ganar altura rápidamente; de repente me gustó la vista de la ermita de Fuencemillán con su zona verde alrededor, así que me detuve a hacer unas fotos y comer algo. Esta ermita siempre me había llamado la atención cuando pasábamos por este punto en las anteriores brevets, que se hacían en sentido inverso, pero nunca me había detenido en ella, porque siempre nos pillaba cuesta abajo y a primera hora de la mañana, con pocas ganas de detenerse. En este caso, con una buena parte de la ruta ya realizada y en las horas centrales del día, el entorno invitaba a quedarse allí un rato.


Proseguí mi ruta, ya completamente en solitario, con la bonita bajada al río Sorbe, que llevaba poca agua, pero presentaba un color azul turquesa espectacular. Esta vez no me detuve a hacer fotos.

Al alcanzar la rotonda de Puebla de Beleña comenzaba la recta final de la prueba, pero el viento se incorporó definitivamente a la ruta, soplando desde el sur y resultando molesto a ratos. Yo había comido poco y empecé a notar que no pedaleaba con fluidez. Al desviarme hacia Villaseca de Uceda, en dirección sur, el viento se volvió mucho más molesto. Mi velocidad media comenzaba a bajar poco a poco. Me detuve en una fuente y llegaron varios ciclistas, entre ellos un ultrafondista típico, con dorsal de la París-Brest-París, y varios del Pueblo Nuevo. Salí en dirección a El Casar, mientras ellos se quedaron un rato más en Villaseca, pero salieron pronto y me alcanzaron rápidamente. Uno de los del Pueblo Nuevo tomó el mando y comenzó a rodar frenéticamente, llevándonos en volandas hasta El Casar. Era el tercer "autobús" de la jornada, y me ayudó a afrontar dignamente los últimos kilómetros. Sin embargo, ya iba bastante cansado y no pude aguantar el ritmo por mucho tiempo. Me quedé solo en el tramo final hacia Alalpardo. Mi GPS también decidió dimitir y se quedó sin batería. Con sensación de pesadez y cansancio llegué finalmente a Algete sobre las 16:30 h, con un tiempo neto de 7 horas y 52 minutos, más unos cuarenta minutos de paradas. La velocidad media de 26 km/h me pareció muy satisfactoria, pero un poco engañosa, por la gran diferencia en el ritmo de la primera parte de la prueba y el de la segunda. Desde luego, la compañía de un buen grupo es determinante en la velocidad media final, pero también me apetecía rodar en solitario y valerme por mí mismo, de cara a futuros retos.


Según mi GPS, salieron más de 2100 metros de desnivel acumulado en 207 kms.

Lo que sí eché mucho de menos fue la compañía de mis tradicionales amigos del Pakefte (http://pakefte.blogspot.com), que esta vez decidieron no participar en la brevet, supongo que muchos de ellos por la saturación de ultrafondo que vivieron el año pasado. Sólo se presentó Roberto, con quien las circunstancias del recorrido no me permitieron compartir muchos kilómetros.