martes, 26 de abril de 2011

REVISTA CERO - Randonneurs españoles

Me ha llegado esta revista sobre randonneurs y me piden que le dé difusión, así que la cuelgo en este mismo blog, que no es mal sitio...

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domingo, 10 de abril de 2011

Frío, calor, dolor... la Brevet 300 de Algete 2011.


Era mi única oportunidad para conseguir la homologación de 300 kms esta temporada. Un leve dolor en mi tendón de Aquiles derecho me tenía algo preocupado, pero creía que no sería mayor problema. Sin embargo, 300 kilómetros son muchos, quizá demasiados.

En la línea de salida de Algete, como siempre, a las seis de la madrugada estábamos los habituales; unos 60 ciclistas, la mayoría expertos en rutas de ultrafondo. Se preveía una jornada larga y calurosa, como así fue. Sin embargo, a estas horas de la madrugada corría una brisa fresca que aconsejaba empezar con manga larga.

Roberto y Eduardo, con las reclinadas, decidieron intentar hacer la ruta a un ritmo superior al nuestro, y se marcharon por delante desde el comienzo. Eduardo y Antonio tenían intención de hacer doblete, con el 200 de Salamanca el domingo, así que se lo tomarían con calma. Agustín, como es habitual en él, sin prisa alguna. Y yo, un poco renqueante, prefería ir tranquilito. Así conformamos el grueso del Pakefte los cuatro ciclistas que haríamos toda la ruta juntos.

Hasta el amanecer el tiempo pasó rápido. Recordé sensaciones de años pasados.  El excitante pedaleo nocturno, el reguero de luces rojas, los destellos de los reflectantes, la incipiente luz del amanecer a nuestra derecha, la Sierra Norte de Guadalajara a la izquierda... y el frío, que a las horas del alba siempre se vuelve especialmente duro y penetrante por estas tierras castellanas (al menos para mí).


Esta foto es del otro Eduardo, sacado desde atrás por Roberto:


Casi todo era igual, excepto la presencia de algunos de mis compañeros, ya que esta vez éramos muchos menos que en otras ocasiones. Seguramente porque la brevet de 300 tiene dos ingredientes que la hacen especialmente desagradable: la "carretera del éxtasis" (los últimos 15 kilómetros antes de Sigüenza),  con un asfalto indigno del siglo en que vivimos, y la llegada a meta atravesando la ciudad de Alcalá de Henares y diversos pueblos vecinos, por carreteras siempre atestadas de tráfico y poco amables para los ciclistas. No obstante, los cuatro ciclistas vestidos de azul "pakefte" representamos dignamente a nuestro grupo, marcando una velocidad bastante constante y siempre muy cerca de las últimas posiciones del grupo, nuestro sitio natural en estas lides. 



Durante muchos kilómetros fuimos jugueteando con el grueso del grupo de Pueblo Nuevo, ciclistas también tranquilos y veteranos. Esta vez la nota musical fue de Agus, que lo mismo ponía a Paco Ibáñez que a Tahures Zurdos, pasando por diversidad de bandas sonoras, música clásica y un poco de flamenco. Para todos los gustos. Llegamos a la conclusión de que la música nos estimulaba en las subidas, pero no me quedó claro si para ir más deprisa o más despacio...

La salida del sol fue el momento que inspiró una de las conversaciones más interesantes del día. Me dio por recordar la teoría de las tormentas solares que supuestamente afectarán al planeta durante el año 2012, y que podrían suponer serios daños para la vida tecnológica tal como la conocemos. Mis compañeros no habían oído hablar de esto, así que se lo comenté someramente, con la promesa de explicárselo mejor mediante enlaces periodísticos o científicos más detallados. Pues bien, ahí van algunos:



Los kilómetros pasaban, y el sol se elevaba despacio hacia el cénit, así que mis compañeros llegaron a la conclusión de que, en cualquier caso, lo mejor era terminar las brevets para poder hacer la París-Brest-París este año, por si acaso en 2016 no se celebrara...


Paramos lo justo y necesario en el primer control de Jadraque, junto con los de Pueblo Nuevo, y continuamos la marcha hacia Atienza, según Antonio el punto más alto de la ruta. Como si después no hubiera que subir más. Craso error.

Poco después del control la temperatura subía, y aproveché el comienzo de uno de los mini puertos para pasar a la manga corta.

En el camino a Atienza nos cruzamos con Roberto y Eduardo, que ya volvían del bucle con sus espectaculares bicicletas reclinadas. Creíamos que nos habían sacado más distancia, pero no era así. Claro que quedaba mucho día, al final llegaron más de dos horas por delante de nosotros.

La parada en Atienza, en la gasolinera, fue bastante breve. Cocacola de máquina y acto seguido a la fuente a repostar.

En el camino a Sigüenza, a partir del kilómetro 100, empecé a notar molestias en el tobillo, que se hacían más intensas progresivamente. Los baches de Sigüenza se me clavaban como cuchillos. La temperatura estaba ascendiendo considerablemente  y el calor empezaba a hacer mella, incrementando el dolor de forma alarmante. 


Esta vez la carretera estaba pintada con una línea discontinua amarilla, como si estuviera en obras, pero seguía botando igual. La subida hasta el collado desde donde se divisaba Sigüenza me fue haciendo descolgarme poco a poco, y llegué bastante mal al pueblo. Me pilló la barrera del paso a nivel y eso me retrasó unos minutos más, lo cual hizo a Agustín volver a buscarme. Me encontró.


El descanso en el parque de Sigüenza fue reparador. La comida y la bebida siempre hacen milagros, pero esta vez hubo un milagro añadido, la pomada "Radiosalil", que me dejó amablemente Antonio, y que hizo desaparecer en gran medida mi dolor de tendón.


Mis compañeros me hicieron observar que quizá llevaba el sillín muy alto, ya que oscilaba mucho al pedalear. Pero lo que me ocurría es que llevaba el pie rígido, para no extenderlo y así evitar que el dolor se incrementara. 

Seguimos pedaleando por terrenos conocidos, con algunas pendientes importantes como la salida de Sigüenza o el puerto de Mirabueno. Desgraciadamente este año no había que pasar por Las Inviernas, donde siempre parábamos en una espectacular fuente de agua fresca. En su lugar, tomamos rumbo a Masegoso de Tajuña y paramos en un bar algo desarbolado. Allí el calor era espectacular, de pleno verano. Todos, incluidos los del Pueblo nuevo, que llegaron casi al mismo tiempo, compramos botellas de agua de 1,5 l. Casi acabamos con las existencias de agua del bar.

El terreno desde Masegoso era favorable. El año pasado rodamos por el valle del Tajuña a un ritmo endiablado, haciendo más de sesenta kilómetros en dos horas. Pero esta vez el viento soplaba en contra y mis fuerzas estaban bastante mermadas. Agustín propuso luchar contra el viento haciendo relevos de un kilómetro. Yo no me veía en condiciones, y les pedí que me dejaran ir a cola. Eduardo hizo un gesto inmediatamente que interpreté como "ponte a mi rueda y a callar". Así lo hice. Durante veinte kilómetros fui cómodamente adosado al grupo, en silencio, mientras ellos hacían todo el trabajo. Esto me permitió recuperarme y a la altura de Valfermoso ya me sentía un poco mejor, con capacidad para ayudar, así que empecé a entrar en los relevos, aunque algo más cortos que los de ellos. Cómo se notaba, apenas superábamos los 26 ó 27 km/h, pero entre todos se llevaba mejor.


Pasamos la espectacular sede de los Hare Krishna y seguimos descendiendo por el valle hasta Armuña de Tajuña, en cuya plaza nos refrescamos y comimos un poco. Yo me permití subirme a la fuente para sumergir mis pies en agua fresca. ¡Qué descanso!
En Aranzueque comienza la última subida importante, hasta Pozo de Guadalajara. Ahí directamente me quedé descolgado y fui subiendo como pude, sabiendo que estábamos cada vez más cerca de meta. Pero no iba bien. Un gel me permitió recuperarme un poco y acabé la subida dignamente.

A falta de treinta kilómetros a meta, Eduardo dijo que tenía hambre y todos celebramos la idea de parar a cenar, aunque nos retrasáramos en la llegada. Es más importante llegar que llegar pronto. Nos entretuvimos más de lo deseable, pero retomamos la marcha mucho más fuertes, ahora con luces y reflectantes. 

A partir de Daganzo la cercanía de la meta nos hizo sacar fuerzas de flaqueza, comandados por un Eduardo pletórico, escoltado por Antonio y Agustín, que subían a toda máquina mientras yo sufría y juraba en hebreo, pegado a duras penas a alguna de sus ruedas. Pero no estaba dispuesto a quedarme atrás, de noche por esas carreteras...

Al final llegamos a Algete casi a las 10 de la noche. Mi segundo 300, mucho más duro que el anterior, y con un montón de aprendizajes para mi incipiente carrera de randonneur...

Al final, según mi GPS, han salido 301 kms con 3100 metros de desnivel acumulado, a 22,6 km/h de velocidad media y más de 10500 calorías consumidas.



Epílogo:

Quiero pedir disculpas a mis compañeros por haber sido algo imprudente al afrontar la prueba sin estar en condiciones físicas adecuadas, ya que de haberme lesionado realmente, los hubiera puesto en un compromiso delicado. Y por supuesto, estoy satisfecho de haber sabido aceptar y agradecer su gesto desprendido, tirando de mí en el Tajuña, lo cual tiene un valor especial porque tradicionalmente ese es mi mejor terreno y es donde ellos hubieran esperado mi ayuda.

Cuando llegué me puse una bolsa de hielo en el pie y llevo un día con antiinflamatorios. Hoy me encuentro bastante mejor, apenas sin dolor. Espero recuperarme y que las conjunciones astrales me permitan participar en el 400 dentro de un mes.


Ver todas las fotos en este enlace:
https://picasaweb.google.com/jj99211/20110409Brevet300?authkey=Gv1sRgCJHCpt7JwqzvEg#

miércoles, 6 de abril de 2011

Preparando la brevet de 300 de Algete

Por segunda vez en mi vida voy a enfrentarme a una brevet de 300 kilómetros. Igual que el año pasado, saldremos de Algete el sábado 9 de Abril a las 6 h para seguir una ruta por el noreste de Madrid y Guadalajara, llegando hasta Atienza, con regreso por Siguenza y el valle del Tajuña hasta Madrid.




Espero poder enviar mensajitos a twitter y facebook desde los puntos de control. Nos tomaremos la ruta con tranquilidad, seguramente a una media inferior a 22 km/h, y no esperamos llegar al final antes de las 21 h.