martes, 27 de julio de 2010

DESSAFIO NOCTURNO - 24 y 25 de Julio de 2010

Una jornada digna de recordar. Para muchos era la primera vez que se enfrentaban a una pedalada nocturna. Hubo algunas dudas a la hora de plantearse la ruta y algunos prefirieron adaptar el recorrido a sus necesidades, pero el plan original era terminar comiendo churros en Valdepeñas, y así lo hicimos.

Hubo que repartirse para conducir el coche escoba y fue una sabia decisión. Amablemente se prestó Domingo, de la Peña Ciclista Alcalaína, a hacer la primera parte. El coche fue aportado por Juan Leonardo, ciclista y propietario de Grúas Alcalá. No tenemos con qué agradecer la estupenda predisposición al sacrificio de Domi. Ya lo demostró en el Dessafio 2009 y sigue dando muestras de ello. GRACIAS COMPAÑERO!!

A partir de Frailes tomó el relevo en el coche un esforzado Remi, otro de los que nunca fallan cuando hablamos de generosidad, y desde Castillo se puso a los mandos Rubén, acompañado por mí mismo como copiloto, ya que no conocía muy bien el terreno. Vimos amanecer en la ladera de la Morenica, sobre las cascadas del río Grande, y seguimos al grupo de supervivientes intentando animarlos hasta coronar Chircales, donde ya se podía considerar que la prueba estaba superada.

Los churros estaban de lujo.

Y como más vale una imagen que mil palabras, paso a expresarlo en fotos:

- El descenso:


- Pequeño contratiempo


- Dos figuras. Infinitas gracias, Juan Leonardo!!

- Nunca hemos llegado así de frescos a la Sierra del Trigo


- Sin comentarios:


- En Frailes:


- Nacimiento del río San Juan:


- Amanece sobre el río Grande


- Alto de Chircales, el último escollo superado:


- La recompensa prometida:


Podéis ver todas las fotos en:
http://picasaweb.google.es/jj99211/20100725DessafioNoche#


Y, tachán... este es el vídeo:

-> Trailer de 100 segundos:



-> Versión completa del vídeo:



jueves, 15 de julio de 2010

La Pedriza, mi santuario particular

Aunque he hablado en muchos foros de lo que significa para mí la Pedriza, no tenía en este blog nada dedicado a ella. Quizá este sea el momento.

El domingo pasado subí a la Nava, en la base de la Cabeza de Hierro, desde Colmenar. Aunque salgo poco con la bici de montaña, mucho menos que con la de carretera, al menos una vez al año tengo la costumbre de subir a este, mi pequeño santuario, para respirar aire puro a casi 2000 metros de altitud.

He hecho muchas veces el circuito de las zetas de la Pedriza, subiendo por el Collado de los Pastores (que me parece el sentido natural de la marcha, aunque muchos hacen el contrario), pero nunca había subido desde Colmenar. Para esta ocasión utilicé un camino que me había proporcionado Mariano, otro de los buenos ciclistas que he conocido por internet, y que me permitía ir desde Colmenar hasta Manzanares por pistas de tierra.

Mi proyecto original es ir hasta la Pedriza desde Madrid, siguiendo la zona de pistas entre Madrid y Colmenar, cerca del curso del río Manzanares, pero eran demasiados kilómetros de exploración, lo que no garantizaba mi vuelta a casa antes de la hora de comer.

Una opción más conservadora era seguir todo el carril bici de la carretera de Colmenar, hasta el cruce con la de Soto. Plasmé esta alternativa en el track que puede verse en el siguiente enlace:

http://www.bikeroutetoaster.com/Course.aspx?course=152790


El sábado se comentó que las temperaturas subirían de forma importante el domingo. Estas típicas "olas de calor" que tenemos últimamente, y que de toda la vida hemos denominado simplemente "verano", llevan a los gobiernos y los medios de comunicación a lanzar mensajes alarmistas, llegando a "prohibir" realizar deportes al aire libre. No sé si era para tanto, pero lo cierto es que la excusa fue perfecta para terminar de reducir mi excursión, y al final me fui en coche hasta Colmenar.

Salí a las 8 de la mañana de la zona de los cuarteles, donde hay una vía de servicio en la que se puede aparcar muy bien, y me dirigí a la Pedriza.

A la entrada de la Pedriza, junto a la caseta de vigilantes, había quedado con mi amigo Rafa, con lo que celebramos una miniquedada de la sección madrileña de Ciclocubín.

No me canso de disfrutar y hablar de la Pedriza, el paraje más bonito de montaña en Madrid, donde nace el río Manzanares. En un lugar verdaderamente precioso, con rocas peculiares, que le dan una estética singular, frondosos pinares y verdes praderas donde las vacas pastan a sus anchas.

Esta vez, en lugar de la típica entrada hasta Canto Cochino, rodeamos la verja de acceso por la izquierda, tomando una pista de tierra para empalmar con la subida de las zetas. En total, desde Colmenar hice una ruta de unos nada despreciables 80 kilómetros de longitud.






El resultado de todo esto puede verse en estas fotos:
http://picasaweb.google.es/jj99211/20100711ColmenarPedriza#

Pondré algunas a continuación:

- Embalse de Santillana (Manzanares el Real)


- Las vacas, impasibles ante nuestra presencia, aguantando el tipo en la sombra


- Subiendo entre pinares


- Llegando al Collado de los Pastores


- El Collado de los Pastores, un punto emblemático con preciosas vistas






- ...Y el punto culminante de la ruta, a 1950 metros de altitud, una preciosa pradera conocida como "La Nava"




jueves, 1 de julio de 2010

Subida al Veleta, 26 de Junio de 2010. No hay quinta mala.


Subida al Veleta, 26 de Junio de 2010. No hay quinta mala.Subir en bicicleta hasta los 3000 metros de altitud es algo que siempre impone. Se mezclan sensaciones como el afán de superación, el espíritu de aventura, el reto de la naturaleza y el disfrute de sensaciones como las maravillosas vistas al valle o la brisa fresca y pura de montaña, que en verano es especialmente agradable.

Era mi quinta subida hasta el Pico Veleta en la prueba cicloturista del mismo nombre, además de un par de ascensiones por libre, que realicé hace años. Esta prueba, aunque aparentemente corta, presenta un desnivel acumulado de 2300 metros (este año), similar al de otras cicloturistas de 150 kilómetros, pero ni un solo kilómetro de bajada. Todo es subir, un interminable puerto con pendientes que no llegan a ser excesivas, pero que no dan tregua a lo largo de 38 kilómetros, pasando del cálido valle del Genil hasta la sensación extrema de las cumbres más desabrigadas.

Este año la cima del Veleta presentaba tal cantidad de nieve acumulada que la Organización tuvo que prescindir de los dos últimos kilómetros. Aun así, para llegar a la zona donde se instaló la meta tuvimos que superar algunas zonas umbrías donde la nieve se acumulaba a ambos lados, que las máquinas quitanieves habían convertido en preciosos desfiladeros blancos.

En la salida nos encontramos un numeroso grupo de ciclistas de la Sierra Sur de Jaén. Acabábamos de entrar en el cajón de salida y nos estábamos haciendo unas fotos cuando pasó a nuestro lado Alejandro Valverde, invitado de honor a la prueba. Ni corto ni perezoso, mi amigo Jaime cogió a Alejandro por los hombros y lo puso a posar con nosotros para la foto. El pobre Alejandro, con su sonrisa permanente, no puso ni una objeción y se dejó arropar. Fue muy emocionante para nosotros contar con semejante compañero en la foto. Gracias, Alejandro!!

En la salida charlé un rato con Víctor, un ciclista madrileño que había viajado solo, por primera vez en su vida, para hacer esta marcha. Al final me encontré con él en un par de puntos más, y terminó comiendo con nosotros al final de la ruta.

Aunque conozco muy bien la subida, siempre le tengo mucho respeto al Veleta. En casi todas las ocasiones que he subido, he sufrido algún momento de bajón físico. Recuerdo la pájara que me afectó en 2008 entre los kilómetros 10 y 20... Aunque me recuperé después, perdí mucho tiempo con respecto a otras ediciones. Esta vez venía bien concienciado. Sabía que tenía que comer y beber espaciadamente y no estaba dispuesto a dejar pasar ningún avituallamiento, aunque las paradas debían ser cortas.

Desde el principio cogí mi propio ritmo, dejando pasar las ruedas de Jaime, Nono, Manolo Villegas y Paco Arjona, porque ellos tienen otro ritmo y me sacarían de punto. Adelanté a los ciclistas de montaña de El Ronquillo, capitaneados por Rafael Vizcaíno, uno de los héroes del Veleta, participante fijo desde hace un montón de ediciones, siempre luchando contra sí mismo. Sus crónicas son conocidas en el mundillo del Veleta, y en varias ocasiones le han dado un premio por su coraje, pero esa es otra historia. Mantuve un promedio de 11-12 kms/h durante los primeros 15 kilómetros de ascensión, acoplándome a diferentes grupos. La subida fue más o menos como siempre, con grupos de abnegados y abnegadas acompañantes apostados en las cunetas, animando al paso de sus familiares y amigos. El primer avituallamiento llegó muy rápido, me sorprendió porque me encontraba bastante bien. La verdad es que no había forzado nada, por mi propia decisión de subir al ritmo que me marcara mi cuerpo. Ni lento, ni rápido. Paré brevemente y seguí hacia arriba. En mi camino entablé fugaces conversaciones con compañeros circunstanciales de ruta, como un ciclista con una reclinada que tenía pinta de pesar una barbaridad.

Durante la subida fui adelantado en varias ocasiones por varios ciclistas que usaban bicicletas con apoyo eléctrico y se paraban al poco rato. Se ve que eran de una empresa que utilizaba la prueba como escaparate publicitario.

Esperaba el avituallamiento en las inmediaciones de Pradollano, pero este año no había. Parece que la Organización había suprimido este punto para reagrupar dos avituallamientos en uno, y lo había instalado en la zona de los albergues, a 2500 metros de altitud, justo antes de la barrera que da paso al parque natural. Este es el punto clave de la etapa. La verdadera dureza de la prueba se siente por encima de la barrera. El piso bacheado, la pendiente y la altitud comienzan a pesar de una manera tremenda.

Al cruzar la barrera me volvió a adelantar una de las bicicletas eléctricas, pero alguien de la Organización obligó al ciclista a darse la vuelta, porque tenía orde de "no dejar pasar ningún vehículo a motor". No tengo muy claro que se le pueda prohibir el paso a una bicicleta con batería y motor eléctrico en un parque natural. Al fin y al cabo, no es un motor de explosión, no hace ruido y no contamina. Realmente no lo entiendo, pero el ciclista no quiso crear polémica y acató las órdenes.

A partir de aquí ya sabía lo que quedaba, una interminable sucesión de curvas con asfalto deteriorado, enormes baches, socavones, grietas, grava... vamos, lo que sería una prueba de ciclocross, con la dificultad añadida de una pendiente que ahora se hacía cada vez más dura, con tramos al 13%. Pero el hecho de que hubieran eliminado los últimos dos kilómetros me hizo subir con bastante confianza. Me había alimentado bien y subí a un ritmo aceptable, aunque en algunas curvas veía que mi velocidad descendía hasta los 8 km/h. Pero las sensaciones no eran malas. Es, sencillamente, que mi estilo y mis capacidades no son las de un escalador. No hay que darle más vueltas. Subo lento. Es mi velocidad "crucero" y punto.

Los kilómetros pasaron deprisa, apenas tuve tiempo de fijarme en la ermita de la virgen de las Nieves, una construcción peculiar, de forma triangular, que siempre me llama la atención. Me sorprendió gratamente no encontrar viento al llegar a la arista de la montaña. Seguramente era la primera vez que podía ver el barranco sin la sensación de vértigo incrementada por las rachas de viento que siempre soplan por esos lares. Las cosas estaban saliendo demasiado bien, todo parecía muy fácil, no podía creérmelo.

Como siempre, adelanté a algunos ciclistas que sufrían calambres en ese punto, y a 3 kilómetros de la cumbre me adelantaron varios compañeros de mi comarca con bicicletas de montaña, bastante mejores escaladores que yo. No me preocupó, yo me sentía bien y ya estaba casi arriba. La entrada a meta fue mucho más cómoda que en ediciones anteriores, y cuando me entregaron el chubasquero de regalo tuve la sensación de haber hecho mucho menor esfuerzo. Como si me hubiera sabido a poco. El tiempo de 3h27m era mi mejor registro de mi vida, aunque si lo ponderamos con los dos kilómetros que faltaban, yo creo que hubiera marcado un tiempo total de 3h39, que no era tan bueno. De todas formas, esto era lo de menos, y en todo caso, más que aceptable para mis pretensiones actuales, con el entrenamiento que me permite un trabajo sedentario, la familia y los 40 años que cumpliré este verano.

Hacía bastante frío. El chubasquero me vino muy bien para bajar hasta la estación de Pradollano, donde la Organización había montado una fiesta con comida final más que aceptable. Me sorprendió por la cantidad y variedad de comida, mucho mejor que en ocasiones anteriores. En mi opinión, un sobresaliente para Mamut Sierra Nevada, la empresa que gestiona la prueba.

Me alegro mucho de haber cumplido otro año más con esta cita en Granada. Sin duda, el año próximo volveré.

martes, 11 de mayo de 2010

400 kilómetros en bici...


(este perfil no es exacto porque no refleja los cambios que hizo la organización en la ruta a última hora)

A la derecha, mi "máquina", preparada para la ocasión.
No pretendo dar ninguna justificación porque no la encuentro ni yo mismo. No puedo saber qué pasa por las cabezas de casi 30 personas que se dan cita a las 10 de la noche en un polideportivo para iniciar un reto completamente incomprensible para la mayoría de las personas sensatas. Ni siquiera sé muy bien qué es lo que me impulsó a mí a participar en ello, pero allí me encontré con otros seis compañeros del Pakefte, para afrontar la aventura.

Era mi primera brevet de 400 kms. Recientemente había participado en la de 300, que aunque es bastante dura, sigue estando dentro de los parámetros "normales", es decir, se sale temprano y se llega tarde, pero todo en el mismo día. En la de 400 lo normal es ocupar dos días. Para hacer 400 kms, salvo unos pocos privilegiados, la mayoría de ciclistas necesitamos alrededor de 20 horas de pedaleo continuado. Pero además necesitamos descansar de vez en cuando, comer, beber y desentumecer los músculos. En nuestro caso, ayer empleamos 19 horas de pedaleo aproximadamente  y 4 horas de paradas totales. Llegamos al polideportivo de Algete sobre las 21:15, dando así por terminada una aventura que se nos antojó muy dura, más que por la ruta en sí, por las condiciones climatológicas adversas y por el mal estado de muchas de las carreteras, especialmente la "carretera del éxtasis", con 15 kilómetros de asfalto infame entre toboganes que terminan en Sigüenza.

A la salida no hubo fotos, cada uno estaba concentrado en sí mismo y todos pensando en lo que se avecinaba, especialmente los que no habíamos pedaleado tantas horas seguidas de noche. Todos íbamos bien equipados, con mochilas o transportines, herramientas, luces de repuesto, ropa de todo tipo. El espectáculo al cruzar Algete y sumirnos en la oscuridad de la noche era impresionante. Un reguero de luciérnagas blancas y rojas desplegado por la carretera ante los ojos atónitos de los vehículos a motor que se cruzaban con nosotros o que nos adelantaban.

Los primeros kilómetros iban transcurriendo tranquilos, entre bromas e incertidumbres, pero el pelotón se mantuvo agrupado para nuestra propia protección. Teníamos marcada como referencia la primera parada en Cogolludo, en el kilómetro 68, donde llegamos sobre la 1 de la madrugada. Allí había una máquina de bebidas a la que siempre se puede recurrir a esas horas. La temperatura iba bajando y no convenía parar mucho. Reanudamos la marcha y nos acercábamos al embalse de Alcorlo. Una gran bajada hizo que nuestro grupeto se fraccionara. Eduardo se fue por delante. En la oscuridad de la noche se escuchaban ruidos de animales, sobre todo pájaros. Intuíamos que estábamos atravesando una zona muy bonita. En ese punto comprendí cómo los ciegos pueden disfrutar de sensaciones que los demás les creemos vetadas, como una obra de teatro. Nosotros, ciegos por la oscuridad de la noche, podíamos sentir el olor y el frescor del bosque. En estas estaba cuando me vi pedaleando en solitario, unos cientos de metros delante del grupo, completamente solo en la oscuridad, y me encantó la sensación. Decidí acelerar un poco para ir en busca de Eduardo. Veía sus luces en la distancia, a veces me acercaba mucho, y a veces la distancia se estiraba como una goma, a consecuencia de los diferentes toboganes. Cuando él iba subiendo, yo bajaba, y viceversa... pero en la oscuridad sólo se apreciaba una luz roja que se acercaba o alejaba. Eduardo no iba deprisa, de cuando en cuando se volvía hacia atrás, intrigado porque no le habíamos dado alcance desde la bajada. Cuando me encontré con él seguimos pedaleando rumbo a Atienza tranquilamente, sin prisa pero sin pausa.

Sobre las 2:30 empezó a llover ligeramente. No me gusta nada la lluvia, pero en medio de la noche me gusta aún menos. Afortunadamente, la cosa no era grave todavía. Cayeron algunos chubascos suaves y llegamos a Atienza poco antes de las 3:30. El castillo medieval iluminado le daba una apariencia fantástica a este bonito pueblo. Paramos en una fuente a la entrada, y aproveché para comer algo de pasta que llevaba preparada en un recipiente. Al poco tiempo llegó el resto del grupo y también el pelotón principal de los organizadores de la prueba, el club ciclista Pueblo Nuevo.

Hasta aquí había experimentado sensaciones positivas. El pedaleo nocturno me había encantado. Pero al salir de Atienza nos esperaba la épica. Muchos hablan de que los "ciclistas son de otra pasta" y cosas así. Yo no lo creo. Somos humanos y además nos gusta lo que hacemos. Tenemos un punto de masoquismo, pero en general disfrutamos de ir en bici. Hay días en que toca sufrir y se disfruta poco; aun así a la llegada se siente una gran satisfacción. Ayer era uno de los días en que tocaba sufrir. Los kilómetros que siguieron fueron pasando sin más. La carretera era infernal. Los tramos de subida eran desagradables porque estábamos pensando en coger la llanura soriana, pero los de bajada eran mucho peores porque teníamos que hacer un auténtico "eslálom" entre baches. Lo peor era la lluvia. Los chubascos cada vez eran más prolongados y más intensos. Josu pinchó en un punto indeterminado y paramos a cambiar la cámara bajo una débil lluvia. El horizonte empezaba a clarear cuando llegábamos a Berlanga de Duero, en el kilómetro 150, el final de este tramo terrible. Eran aproximadamente las 6 de la madrugada.

Nos quedaba más de una hora para llegar al primer control en Almazán. Afortunadamente la carretera era buena y llana, lo que facilitaba considerablemente el pedaleo, pero por desgracia los chubascos arreciaron, y nos pusimos completamente empapados en este tramo. No me gusta la lluvia (¿lo había dicho ya?), y aunque las previsiones meteorológicas ponían sol y nubes para el resto del día, el cielo no invitaba a ser optimista. Además, el viento comenzaría a soplar en contra desde este punto. Pasé un momento de frustración, decidido a abandonar ante la perspectiva de seguir mojándome el resto del día. Antonio me dijo que desayunara primero y decidiera después. Buje me comentó que había visto en internet los horarios de los trenes, y era factible volver a Madrid. Dejé a mis compañeros desayunando y me acerqué a la estación. Me informé sobre los horarios de los trenes de vuelta a Madrid. Eran las 7:30 y había un tren a las 9:18. Sin embargo, no estaba claro que admitiera transportar bicicletas. Me vi reflejado en los cristales de la estación y me pareció que no presentaba un aspecto tan dantesco como yo creía. Miré al cielo y vi un rayo de sol abriéndose paso a través de una nube, así que decidí continuar.
El amanecer camino de Sigüenza me reconcilió con el ciclismo. Volvimos a dialogar sobre muchas cosas, cada uno cogía su ritmo en las subidas y nos reagrupábamos en los llanos. El viento soplaba en contra  a ratos y me hacía tiritar porque todavía llevaba la ropa mojada. En la zona de los Altos de Barahona nos envolvía una desagradable niebla y Antonio no paraba de recitar "mañanita de niebla, tarde de paseo..." Trazamos un par de confusas apuestas sobre si llovería más durante la ruta o no. En Barahona paramos a repostar agua pero la fuente estaba seca. Kilómetro 210. Nos quedaban unos 40 kilómetros hasta Sigüenza, punto del siguiente control.

La "carretera del éxtasis" es terrible. Los motorizados pasan a toda velocidad sobre los baches y los ciclistas sufrimos un traqueteo insoportable. Hace años que esta carretera presenta ese aspecto incomprensible para una ciudad del interés turístico que tiene Sigüenza. A la llegada, el paso del tren por un paso a nivel con barrera nos hizo esperar un par de minutos. La parada en el bar del parque fue muy reparadora. Allí nos reagrupamos todos con Eduardo, que había llegado mucho antes, comimos bien y yo me cambié de camiseta, pues llevaba ropa seca en la alforja. Serían las 11:30 h. Quedaban unos 140 kilómetros de ruta y había que tomárselo como el comienzo de una etapa nueva, olvidando que llevábamos más de 12 horas pedaleando. Así me sentí.

El recorrido de vuelta era muy conocido para mí. El sol salió definitivamente entre las nubes y me ayudó a superar los malos ratos pasados durante la noche. Me encontré realmente bien en las siguientes subidas hasta Mirabueno, un punto clave en el recorrido porque se cruza la A-2 por un puente en dirección al peculiar pueblo de Las Inviernas, donde se encuentra una espectacular fuente de agua fresca. Parada obligatoria.

El valle del Tajuña se hizo mucho más duro que en la brevet de 300 kms del mes pasado. El viento venía en dirección contraria, frenando nuestro avance. Nos disgregamos por la carretera, intercalados con las unidades del club Pueblo Nuevo y algunos otros participantes en la Brevet, todos dispersos y cada uno a su ritmo. A las 15:45 estábamos en Brihuega, ya sólo nos quedaban 90 kilómetros de recorrido. Hicimos la última comida importante y nos reagrupamos de nuevo. Esta vez nos convencimos entre todos de que lo mejor, para afrontar el viento de cara, era pedalear en grupo haciendo relevos suaves, y así fuimos por el valle del Tajuña, bastante bien organizados, hasta encontrarnos con dos compañeros del Pakefte, Juan y Pilar, que no participaban en la prueba pero habían salido en dirección contraria para acompañarnos un rato. El encuentro con nuestros compañeros fue muy agradable. También hizo su aparición en algún punto Paloma, por si necesitábamos algo. Se había acercado en coche para ayudarnos y esperar a Eduardo.
Ya estábamos descontando kilómetros rumbo a Algete, pero el camino era sinuoso y todavía nos quedaban algunas peripecias por pasar.
En Armuña de Tajuña paramos brevemente. Pilar me ofreció una deliciosa guayaba, que según Juan me dio energías para subir el puerto del Pozo de Guadalajara. Lo cierto es que arranqué desde abajo con muchas ganas, me apeteció mucho subir a buena velocidad y se vino conmigo Javier. En las últimas curvas Javier me demostró que iba aún mejor que yo, pero me encontré francamente bien para llevar casi 350 kilómetros de pedaleo. De nuevo comenzó a llover. En la gasolinera de Pozo de Guadalajara esperamos al resto del grupo y prácticamente dimos por superada la brevet. Nos quedaban unos 40 kilómetros por un terreno más desagradable, con mucho tráfico urbano, obras, repechos...

Un grupo del club Pueblo Nuevo llegó en ese momento a la gasolinera, y nos dio por comentar entre nosotros que teníamos que llegar a Algete antes que ellos. Nada más salir de Pozo pinchó Josu, lo que nos hizo retrasarnos, pero todavía íbamos delante de ellos. Al cruzar Alcalá de Henares el cielo empezaba a oscurecerse por las nubes. Algunos encendimos las luces. La policía nos obligó a desviarnos por un camino de tierra debido a un accidente y obras en el camino principal. En los repechos hacia Cobeña pinchó Javier. A lo lejos, por una carretera paralela, alcanzamos a ver una fila de luciérnagas que avanzaba en nuestra misma dirección, pero por otra carretera. Eran los del Pueblo Nuevo. Javi reparó rápido el pinchazo y comenzamos nuestra contrarreloj por equipos. Mi GPS se quedó sin pilas a falta de 5 kilómetros y mi lámpara también se quedó sin batería en ese momento. Estaba claro que querían terminar. No era cuestión de ponerse a cambiar pilas en ese momento. Hicimos un último esfuerzo, en el que vi a Agus salir como una exhalación para culminar el último repecho y bajar triunfante hacia el polideportivo. Al final llegamos a Algete unos minutos por delante de los de Pueblo Nuevo, que eran totalmente ajenos a nuestras elucubraciones.

Después de estar casi 24 horas en la bici las sensaciones son contradictorias. Satisfacción por el reto conseguido, pero dudas sobre si merece la pena el sacrificio...

Los siete locos que terminamos esta etapa fuimos Eduardo, Antonio, Buje, Josu, Javier, Agustín y un servidor.
No hice muchas fotos, pero algunas sirven de testimonio pese a su mala calidad (las hice con el teléfono móvil).
Todas las fotos pueden verse aquí (gracias a Agustín que me ha prestado las dos en las que salgo yo):


lunes, 26 de abril de 2010

Una excursión para recordar

Hace casi dos años me dio por comprarme una bici en Estados Unidos. La diferencia de precio me permitió conseguir una máquina inalcanzable para mí a los precios de las tiendas españolas. Aproveché un viaje de mi empresa a Las Vegas y todo salió redondo. Estrené mi flamante bici haciendo un poco de cicloturismo por el desierto de Nevada, concretamente a un lugar cercano a Las Vegas, denominado Red Rocks Canyon.

Voy a poner aquí unas fotos para recordar tan sabroso momento...







Si tienes curiosidad por ver todas las fotos....
http://picasaweb.google.com/jj99211/20071008RedRockCanyon#